jueves, 30 de marzo de 2017

Antonio Reyes y Rocío Márquez. Teatro Alhambra. 27.3.2017

Antonio Reyes y Rocío Márquez son, hoy por hoy, dos de los grandes puntales del flamenco actual. Ambos han labrado su carrera a base de esfuerzo y profesionalidad. Ambos se han mantenido en una estética del cante que no se aleja en ningún momento del concepto de tradición. Y es por eso, que llenan los teatros donde van. Podrán gustar más o menos, de colores está la paleta llena, pero no se les puede negar su reputación ni su sitio.


Enmarcado en el más estricto clasicismo, sus repertorios en la noche del lunes en el teatro Alhambra, dentro del ciclo 'Flamenco viene del sur' se centraron en abordar los cantes de nuestros ancestros, de los maestros y referentes de lo jondo, pese a quien pese. Incluso Pepe Marchena podía ser hiriente en algunos cantes. Tal fue su valía que hasta el propio Manuel Agujetas, cuando el sevillano iba a Jerez, era el primero en ir a verlo y en valorar su potencial. Que se lo digan a su compadre, El Platero. Menciono a Marchena pues el repertorio de la cantaora iba en esa línea. No así el programa de mano, que anunció un repertorio que poco o nada tenía que ver con la realidad, y si es un neófito que fue a verlo, le darían gato por liebre o petenera por serrana o fandango.



En el repertorio de Rocío además de lo mencionado, hubo espacio para la granaina y la milonga bien hilvanadas entre ambas. Serranas rematadas por fandangos del Albaicín, Por levante entonó la Elegía a Ramón Sijé, en claro homenaje a Morente y a Miguel Hernández en el 75 aniversario de su muerte. Retomó la memoria de Marchena en el Romance a Córdoba para seguir por bulerías y cerrar por caracoles. Con una voz caramelizada, dulce al extremo, le faltó arriesgar y dar profundidad en algunos cantes, aunque bien es verdad que el repertorio que eligió no le dio mucha tregua.
Con Antonio Reyes pasó similar. De base, el programa no acertó en los cantes, o bien los cambió en el último momento. En su argumento cantaor, pregón del uvero, seguiriyas (donde se apretó el cinturón y echó las 'asauras') soleá, cantiñas, tangos y para rematar, invitación al escenario a Rocío para entablar un diálogo por fandangos: Caracol y Calzá para Antonio, Carborenillo para la onubense.



Quién pasó fatigas fue el moronense Dani Méndez, que tuvo que tocar la soleá con la cejilla al nueve al igual que los fandangos. Pecata minuta para un todo-terreno y uno de los mejores y más vanguardistas tocaores del flamenco actual.

En el resto de ambos recitales, el compás de Los Mellis, a modo de claquetas de Pro tools cumplieron como maquinaria perfecta su rol.  

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