miércoles, 9 de diciembre de 2015

RAFAEL RIQUENI. Encuentros flamencos. Granada. 7/12/2015

No me cabe la menor duda de que Rafael Riqueni es, hoy por hoy, el guitarrista con más gusto de cuantos hay. No es menospreciar al resto, que los hay soberbios y grandes tocaores. Los habrá con más técnica, con más pulsación, con más fama. Pero el sevillano, cuando toca, lo hace desde el alma. Desde un lugar tan profundo de su ser que pocos tienen. Y aún sin creer que exista, hay algo en su forma de tocar que transporta a una dimensión no mundana. Serán las vivencias, sus particulares experiencias, sus idas y venidas del mundo o lo que sea, pero cuando suena una nota de las manos de Riqueni, suena totalmente diferente. Todo guitarrista busca, rebusca hasta que encuentra un sonido particular, una forma de entender el toque flamenco, una manera de decir aquí estoy yo, sueno así, y soy diferente al resto. Lo que llamamos personalidad. Pero Rafael va más allá. Porque en sus manos se esconde un duende jondo a rabiar. Y esa rabia, contenida en muchos casos, es la que sale de sus entrañas y tras pasar por sus manos se exporta al aire para quedar obnubilados cuando se le escucha.
Dentro del ciclo 'Encuentros flamencos' cuyo éxito en esta edición ha quedado latente, Riqueni pasó por el teatro Isabel la Católica sin apenas hacer ruido, pero sonando más que nadie. 
El maestro sevillano posee la cualidad de hacer sonar dos notas de su sonanta y hacer que cualquier aficionado lo reconozca. ¿Cómo es eso? -Pues simple y llanamente porque su toque es verdad. Y cuando algo suena a verdad, es tan reconocible e incuestionable como un axioma. 
Tan es así, que su modernidad tocaora (recogiendo el símil de Ramón Soler y su artículo a la figura de Juan Mojama) queda expuesta en una primera parte del recital, en la que el flamenco está aparentemente ausente. 'Aquel día', 'Patio de luces de Sevilla', 'El estanque de los patos' se encuentran a caballo entre lo clásico y lo flamenco. Son pequeños retazos, falsetas extensas que dan forma a su próximo disco. Un adelanto exquisito para el aficionado, una salivación flamenca propia de los perros de Paulov y, por supuesto, para la multitud de aficionados guitarristas que fueron a escucharlo. Apoyado en arpegios, el toque clásico centra su decir y el de sus manos. Tan sólo una obra basada en trémolos cambia el tercio y un alegato al canto de los pájaros. ¡Que bien suenan los pájaros en sus manos!. 


Concentrado y disfrutando, Riqueni afrontó una segunda parte FLAMENCA. Desde la taranta 'Alcázar de cristal', a la soleá 'Calle rabie', las alegrías, la rondeña 'Benamargosa'; todas ellas, extraídas de su trabajo 'Alcázar de cristal', en solitario. Paradójico que estando sólo en la caja escénica sea capaz de rellenarla de notas, de duendes, y todo en soledad. 
Tras esto, y apoyado en las guitarras de José Antonio Carrillo 'Fiti' y José Acedo, el trío retorna con alegrías y fandangos de Huelva en homenaje al Niño Miguel (Juego de niños, 1986). El fin de fiesta es resulta de otro homenaje, esta vez a Lole y Manuel con su 'Romero verde'. Qué maravilla notar como su guitarra canta, como suena a Manuel. 
Para finalizar y tras salir en volandas de las manos agradecidas de un publico entregado que necesitaba más, Riqueni regaló su particular visión musical de 'Amargura' de Font de Anta. Nunca una melodía saetera sonó tan flamenca como la del tocaor.
No hay mayor enfermedad que duelan tus vivencias. Rafael duele no sólo al conocerlas, sino al transmitirlas con la guitarra. Porque es difícil, muy difícil doler en el toque. Y Riqueni 'hiere' de muerte. 
Fotografía: ©Joss Rodríguez



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