viernes, 27 de mayo de 2022

MELLIZO DOBLE. Israel Galván y Niño de Elche.

Israel Galván es el prototipo de vanguardismo flamenco definido a través de la danza o el baile flamenco. Niño de Elche, artista multidisciplinar, flamenco, exflamenco y de nuevo parece que flamenco.

Mellizo doble es la definición de un espectáculo en el que a partir de conceptos vanguardistas se ha rendido, de alguna manera, a artistas clásicos y contemporáneos o, al menos, a algunos de sus más brillantes espectáculos (Meneses, Vicente Escudero y Val del Omar)

Hemos de partir de la base de que el programa de mano pretende anunciar qué va a encontrarse el público durante los más de 70 minutos que dura la obra. Lo cierto es que resulta cuanto menos, difícil entender el significado y el símil de lo teórico y de lo práctico. En lo teórico es confuso adivinar la intención más allá de la comparación con la revolución industrial y las máquinas. Por comparar, podemos comparar y aunar cualquier cosa. Sólo hace falta encontrar la convergencia y que sea coherente.

El análisis de este espectáculo merece explicarse en cada una de las partes que lo componen no sin antes buscar una definición que se acerque a lo visto y escuchado. Lo más cercano es tildar a este espectáculo de obra cómico-flamenca. Dos sustantivos que bien se pueden asociar a cada uno de los protagonistas. De un lado, Galván es flamenco hasta respirando. Sus andares, sus movimientos en el escenario aún pareciendo redundantes, son genialidades personales que definen su manera de entender el baile. El de Elche asume un rol más cómico y esto es porque apenas apela al cante. El cante deja de ser el eje central para pasar a un segundo plano en el que el exflamenco (como así se ha definido él mismo en los últimos años) intercala tercios de letras y de estilos con sonidos experimentales que salen de su garganta. Habrá quien llame a esto experimentar con la voz, con el cante, pero el resultado positivo, a tenor de las risas que suscitó entre el público, apenas existió salvo detalles en la toná, seguiriya y una caña a ritmo de pasodoble acelerado que rezumaba aire de rumba por momentos.

La obra comienza con un recitado en el que Pastora Imperio y la tauromaquia toman protagonismo en la voz del de Elche vinculado a la maestría innovadora de Israel. En el repertorio letrístico, se llega a ofender a los flamencos afirmando que pisan los huesos de sus padres (tomando prestadas las palabras de Eugenio Noel). Una mezcla con poco o ningún acierto salvo que el objetivo fuese dañar la imagen del flamenco y burlarse de él. O experimentar. A saber. Transgresión pura y dura.

Sones intermitentes del 'Pregón del uvero' de Manuel Vallejo y de 'Barrio de Santa Cruz' de Canalejas de Puerto Real en la voz del de Elche. Intermitentes porque jugó con los tiempos, con las notas, con las sílabas, que desaparecían y aparecían. Si hubo extranjeros con poco dominio del castellano, no debieron entender nada de aquello. Israel, entretanto, se dedicó a bailar. Braceo personal, gestualización facial provocante, delirante pero flamenca y repertorio de pies magnífico durante toda la noche.

Hay una cuestión a destacar. El público estuvo casi más pendiente del excantaor que del bailaor, quizás a la espera de alguna de sus excentricidades que provocasen más risas. Porque risas hubo. Y sonidos experimentales intercalando la brevedad de las letras flamencas también. 

Si se pudieron adivinar con facilidad los tientos seguidos de la farruca. Pero de nuevo el abuso de intercalar sonidos que impedían mantener la atención en las coplas y en la música a 'capella' resultó acaparador para unos y provocó efecto disuasorio para poder seguir a Galván. Entre las muchas letras que se pudieron escuchar destacó esta: "chiquitán, chiquiti tan tan tan, que tun bam bam, que tun bam, que tepe tepe tam, pan, pan, que tun bam que pem". Ahora no caigo si esta copla popular la recogió Antonio Machado y Álvarez, alias 'Demófilo', Lafuente y Alcántara o es posterior y pudiera ser de Rodríguez Marín, alias 'Chimobayo'. El resto de coplas fueron derivadas a simples sílabas cuyas intenciones eran dar apariencia de cante.

Tras un receso de cinco minutos en el que sin cortinas laterales pudimos ver el cambio de ropaje de ambos artistas, volvieron a escena con la voz del Niño de Elche entonando lo que parecieron tonás y seguiriyas. Salvo las incontinencias experimentales vocales, el resto resultó de lo mejor de la noche demostrando el excantaor que tiene grandes facultades para el cante, que lo conoce, que lo disfruta y es capaz de ser un cantaor enorme cuando quiere. 

No obstante, con la sevillana posterior, se disipó esta imagen porque destrozó literalmente las coplas, el sentido y la música. De otro lado, al menos Israel supo captar la atención del público. Lo mismo bailaba en lo alto de un pequeño pandero adaptado para su peso y retocado para que sonaran sus pies, que descalzo sobre una losa, que con botas y haciendo música sobre la arena. No sin antes sacar de su delantal un rastrillo y dibujar unas rayas en la arena.

Otro entreacto cómico resultó cuando restaban cinco minutos de la finalización e Israel se quedó estático tras su interpretación. Tan sólo alumbrado por un foco lateral, luz tenue y nada más. Cinco largos minutos que dieron para mucho. Hubo entre el público quien utilizaba su móvil a la espera de que continuara el espectáculo. Hubo quien amagó con aplaudir hasta en tres ocasiones y al final llegó el contagio masivo pero débil en las intenciones. Taconeos del público alborotándose para entretenerse. Algo desesperado de la tardanza, el público volvió a aplaudir para provocar algún movimiento en el bailaor, que tardó en llegar. 

Tras un repunte final finalizó el espectáculo. 

En una ocasión le preguntaron a Curro Romero qué le parecía el toreo de José Tomás. La respuesta del 'Faraón de Camas' fue una sentencia: "Yo voy a la plaza de toros a decir ¡Ole!, no ¡Uy!. Aplicable a este espectáculo: ¡Ole! y no ¡jojojojo!.


                                                   
    


 



                                                




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