Antonio Reyes y Rocío
Márquez son, hoy por hoy, dos de los grandes puntales del flamenco
actual. Ambos han labrado su carrera a base de esfuerzo y
profesionalidad. Ambos se han mantenido en una estética del cante
que no se aleja en ningún momento del concepto de tradición. Y es
por eso, que llenan los teatros donde van. Podrán gustar más o
menos, de colores está la paleta llena, pero no se les puede negar
su reputación ni su sitio.
Enmarcado en el más
estricto clasicismo, sus repertorios en la noche del lunes en el
teatro Alhambra, dentro del ciclo 'Flamenco viene del sur' se
centraron en abordar los cantes de nuestros ancestros, de los
maestros y referentes de lo jondo, pese a quien pese. Incluso Pepe
Marchena podía ser hiriente en algunos cantes. Tal fue su valía que
hasta el propio Manuel Agujetas, cuando el sevillano iba a Jerez, era
el primero en ir a verlo y en valorar su potencial. Que se lo digan a
su compadre, El Platero. Menciono a Marchena pues el repertorio de la
cantaora iba en esa línea. No así el programa de mano, que anunció
un repertorio que poco o nada tenía que ver con la realidad, y si es
un neófito que fue a verlo, le darían gato por liebre o petenera
por serrana o fandango.
En el repertorio de Rocío
además de lo mencionado, hubo espacio para la granaina y la milonga
bien hilvanadas entre ambas. Serranas rematadas por fandangos del
Albaicín, Por levante entonó la Elegía a Ramón Sijé, en claro
homenaje a Morente y a Miguel Hernández en el 75 aniversario de su
muerte. Retomó la memoria de Marchena en el Romance a Córdoba para
seguir por bulerías y cerrar por caracoles. Con una voz
caramelizada, dulce al extremo, le faltó arriesgar y dar profundidad
en algunos cantes, aunque bien es verdad que el repertorio que eligió
no le dio mucha tregua.
Con Antonio Reyes pasó
similar. De base, el programa no acertó en los cantes, o bien los
cambió en el último momento. En su argumento cantaor, pregón del
uvero, seguiriyas (donde se apretó el cinturón y echó las
'asauras') soleá, cantiñas, tangos y para rematar, invitación al
escenario a Rocío para entablar un diálogo por fandangos: Caracol y
Calzá para Antonio, Carborenillo para la onubense.
Quién pasó fatigas fue
el moronense Dani Méndez, que tuvo que tocar la soleá con la
cejilla al nueve al igual que los fandangos. Pecata minuta
para un todo-terreno y uno de los mejores y más vanguardistas
tocaores del flamenco actual.
En el resto de ambos
recitales, el compás de Los Mellis, a modo de claquetas de Pro
tools cumplieron como maquinaria perfecta su rol.
Con esa letra tan chica, sufro mucho para poder leerlo.
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