viernes, 28 de agosto de 2020

CARNE Y HUESO. EVA LA YERBABUENA. GENERALIFE. 2020

 Una de las mayores virtudes que podemos vislumbrar en el recorrido de un artista y de su obra es la evolución o la involución que reflejan sus obras. No en vano, la construcción de nuevos conceptos y por ende, la deconstrucción forman parte del camino y la madurez de quien vive de la inquietud y la necesidad de crear para avanzar.

Este es el caso de la bailaora granadina Eva la Yerbabuena. Sus propuestas afrontan el conceptualismo ecléctico de su personalidad. Podemos conocer su vida a través de su obra. Y 'Carne y hueso' que así se llama el espectáculo que presentó estos días en el Generalife, en el marco del ciclo 'Lorca y Granada', es un reflejo del momento profesional por el que pasa.

La obra en sí es un misterio adornado por las formas dancísticas y expresivas de la protagonista que, sin querer evidenciar lo evidente, nos regala una muestra de lo que podemos definir como danza flamenca del siglo XXI.

La solidez de sus movimientos, su manejo del espacio en la caja escénica del Generalife, de dimensiones estratosféricas, hace que lo llene con su menudo pero a la vez enorme figura. 

Esta obra es un guiño, por otro lado, a la fantasía, al movimiento, a la libertad de expresión corporal. Si no, que se lo digan al primer protagonista masculino, Fernando Jiménez, que emuló al insigne Charles Chaplin versión flamenca. Con bombín y nariz de clow fue capaz de aflamencar al extremo al humorista bajo el mantra musical de las bulerías bambineras (Payaso) en la voz de Alfredo Tejada, que estuvo de sobresaliente toda la noche. 

Eva, de traje oscuro, reveló parte de sus secretos a través del braceo infinito, de la superposición de su cuerpo con el suyo propio, un juego imaginario consigo misma, marcado por el concepto estético y por el santo y seña de su baile: la soleá. El único argumento utilizado fue el de bailarle al cante, sin aderezos, sin aditivos. La guitarra de Paco Jarana, que dirigió la parte musical fue soberbia. En la retaguardia, pero evidenciando la complejidad de tocarle al baile, sin apartarse del mandato protagonista que supone la danza. Cabe preguntarse si el baile de Eva sería igual sin la guitarra de Paco. Sospecho que no. Un tándem perfecto. 

Las transiciones vinieron de la mano de los cantaores y de los bailaores. Los primeros afrontaron con solvencia una tanda de fandangos abandolaos, malagueñas que se decían antaño, en tiempos de Juan Breva, que sonaron en las voces de Antonio Gómez 'Turry', Alfredo Tejada y Miguel Ortega que arrancó con el zángano pontano y se cerró la tanda con los ecos de Frasquito Yerbabuena acompañados con milimétrico compás por Antonio Coronel  y Rafael Heredia. 

El cuerpo de baile lo conformaron Mariano Bernal, Ángel Fariña, Fernando Jiménez y Cristian Lozano. Cumplieron con su cometido si bien por momentos hubo falta de conexión en los movimientos grupales. 

Sin firmar un documento, sin romperse el amor de tanto usarlo, que cantó Tejada, Eva se convirtió en virtuosa timidez, de nuevo, bailando el cante. De seguido, la petenera, trágica, evocadora de femme fatal y Eva intuyendo aquella vida loca que cuentan que vivió a través de su figura. No cabe más jondura en su aparente frágil cuerpo. 

Tras la caña, el cierre lo puso Eva por alegrías. Gracejo y espontaneidad, brotes de gaditanía salinera en sus pies, en los movimientos de su traje que esculpió toda la gracia que se puede inyectar a este cante. Y por bulerías de Cádiz, como remate adecuado, propició una larga ovación del público que supo valorar la evolución, la creatividad y la personalidad de la capitana del baile flamenco del siglo XXI.  

jueves, 6 de agosto de 2020

¡VIVA! MANUEL LIÑÁN EN EL GENERALIFE. 3/8/2020.

Manuel Liñán da un paso de gigante en su ya dilatada trayectoria como artista, coreógrafo y bailaor flamenco. Una mente inquieta que sorprende en cada nueva creación, en cada diseño que propone y presenta a su público. 
En esta ocasión, la propuesta es un espectáculo transformista en toda la extensión de la palabra. No obstante, no deja de ser igualmente, una reivindicación a la libertad, de pensamiento, de la palabra, de obra y de omisión, valga la frase religiosa para definir la concepción de mostrar una inquietud personal y trasladarla al escenario. 
En el mundo del flamenco, al igual que pasa con el del toreo y del fútbol, no se ha permitido abiertamente tratar depende qué temas con normalidad, como si un artista de cualquier disciplina fuese diferente por tener una u otra inclinación sexual, por travestirse, por ser libre de pensamiento, por defender unas ideas que no siempre casaban con la realidad de cada momento. En definitiva, un clasismo absurdo que lo único que ha conseguido en encorsetar mentes y dejar morir libertades.
Ha tenido que venir Liñan (no ha sido el único) a demostrar que lo bien hecho no depende del continente sino del contenido. Y en su obra ¡Viva! no falta ni sobra nada. 
Es un guiño a ser uno mismo, a mostrarse como es, sin complejos; un regaño a quien vive anclado en el pasado, en las dictaduras retrógrado-pensantes que sólo atienden a una concepción de la vida. 



El diseño del espectáculo es impecable. El protagonista abre y cierra con dos solos, que irán dando paso a cada uno de los demás miembros del elenco danzístico ya sea en solitario, en pasos a dos o grupal. 
 
La tensión escénica y musical no necesita grandes flashes para atrapar al público ya que está concebida como un todo que van dando forma sonora a cada pieza. La libertad que muestran los bailaores la encontramos también en los movimientos de los músicos que se adaptan a cada escena, a cada estampa aportando protagonismo necesario sin solapar ni perjudicar el baile. 
Liñán es quien se inicia en el baile, en solitario, muy expresivo, escribiendo una reseña estética y expresiva  de lo que iba a ser la noche. La canción del Olé y la de la Mariquita de Lorca se convierte en recitado acancionado del bailaor jerezano Miguel Ángel Heredia que se atreve con el cante. Se convierte en un actor-divertido de sus compañeros con continuos gestos y guiños a la jarana, a la fiesta más natural y coloquial que se puede dar entre una juerga. 
Las diversas estampas, dan comienzo con Jonatan Miró por soleá con retazos de fandangos que suenan de postre en la voz de Antonio Campos que, junto a David Carpio soportaron las letras musitadas de ¡Viva!. 
Hugo López, tan esbelto, tan vertical, tan perfeccionista selló con excelsa personalidad una coreografía que andaba entre los bancos que dieron soporte al espectáculo, ya fuera sentado, invertido o tirado por el suelo acaballo entre lo satírico-humorístico y lo clásico de la danza flamenca que argumentaba con su cuerpo. Manuel Betanzos también deslumbró con una técnica impecable en sus formas y con la sensual forma de moverse al son de los tangos trianeros. Un recuerdo al 'Titi de Triana' y a 'El Herejía' en la voz de David Carpio.



De nuevo, la guasa más estridente vino con el paso a dos de Victor Martín y Daniel Ramos en una pelea inusitada de clasicismo en sus formas, propias de la danza clásica española del XIX. ¡Una lucha de titanes! 
El jerezazo David Carpio entonó la canción por bulerías que popularizaran Bambino y Adela la Chaqueta en sus versiones más flamencas, que compusiera en origen el genial Manuel Alejandro. Aquello sirvió para que Miguel Ángel Heredia tuviera su momento, cantándole al baile. 
Antes del final, Manuel Liñán tomó protagonismo por taranto; serio, imbuido en el papel de bailaor, adornado con traje de flamenca. Un gesto limpio, organizado, con braceado escueto, todo un órdago al buen gusto, y cargado de recursos en los pies y en la verticalidad que se dibujó por la caja escénica, que no necesitó en exceso para desbordar imaginería flamenca. Regala tangos con sesgos morentianos tanto en las  falseas como en los ecos del cante vía Francisco Vinuesa a la guitarra y Victor Guadiana al violín acompañados por la percusión de Kike Terrón. 
Por alegrías se reunió el cuadro entero, con batas de cola, y mantones, es un espectáculo de diversidad y colorido que resume el mensaje emitido: diversidad y libertad. No olvidemos que durante todo el espectáculo el elenco de bailaores vistió trajes de flamencas, o de gitanas, según se prefiera, para dictar sentencias sin palabras. 
Y para rematar una faena impecable, el cierre se convirtió en lágrimas de emoción cuando las pelucas desaparecieron, los trajes se cambiaron por enaguas, y se descubrieron los masculinos cuerpos de las chicas que bailaron en hombre con atuendo femeninos. Ahí es nada. 
La ovación final que se alargó fue más que merecida paran espectáculo que está llamado a ser uno de los mas importantes que se recuerdan en los últimos años. 


(Agradecimiento a ©Joss Rodríguez por la cesión de las imágenes)





viernes, 31 de julio de 2020

ESTRELLA MORENTE. TESELA. Generalife 30/07/2020

Nada nos sorprende cuando la unión de la música andalusí y lo flamenco se hermanan en un diálogo musical que nos presenta, en pleno siglo XXI, la fusión de los pueblos, de sus gentes, de su música y de la naturaleza que los hizo convivir en hermandad durante tanto tiempo. A nadie se le escapa que ambas músicas, han viajado en el tiempo de la mano, compartiendo ritmos, instrumentos, voces y melismas. 

Enrique Morente, el gran Enrique, se alió con la orquesta Chekara andalusí de Tetuán la última vez hace diez años, en un diálogo de culturas fascinante para reivindicar un pasado musical que tanto ha aportado al flamenco. Pero fue en 1983 cuando con 'Macama Jonda' y la orquesta Chekara comenzaran a solidificar culturas a través de la música.

Sin negar la evidencia, el relevo generacional de aquellos tiempos lo ha recuperado su hija Estrella, en un concierto flamenco-arabista que aúna la hermandad vivida en tiempos pretéritos para sonar a vanguardia sin perder un ápice de frescura. 

'Tesela' que así se llama este espectáculo se estrenó en los jardines del Generalife con lleno absoluto de público. Lo que a priori pudo parecer un recital de corte lineal, aplanado por la fusión de ambas culturas no fue sino la perfecta conjunción de la provocación de la paz y la búsqueda de equilibrio sonoro. 

El diseño escénico es sobrio, apenas alumbrado por luces de fondo que pintan los cantes y los toques de los músicos. Estrella, aparece en el lateral, con un traje gris perla brillante, cual Ángel caído del cielo interpretando su 'Vuelvo a la Alhambra' canción promocional del monumento tras el Covid 19. Sonaría al final del espectáculo a modo coral. 

Kiki Morente recogió el testigo cantando 'La Estrella' junto al violín de Jalal Chekara; Estrella se acordó de Macandé en el pregón de los caramelos y de Mairena en la conocida como toná chica. 
Buen repertorio de alegrías rememorando los ecos de su padre, que estuvo presente en todos y cada uno de sus lamentos. Las guitarras de Montoyita y Monti acompañaron la sección musical flamenca, que propuso Estrella en forma de tangos granadinos, con los saeteros, el lenguaje de las flores lorquiano y que remató con su primer éxito discográfico 'El Cerro de Palomares'. La tanda más flamenca de la noche la remato por tonás.

La transición vino de la mano de Dan Ben Lior, guitarrista israelí que tomó protagonismo toda la noche.  Y la anécdota de la noche nos la trajo la propia Estrella que quiso, a pesar de sabérsela, como afirmó, recitar papel en mano el poema anónimo del siglo XV 'Ya cantan los gallos' que recogió el patriarca de los Morente en 'Sueña la Alhambra' titulado 'Generalife'. 
Kiki Morente volvió a escena, acompañado por Montoyita para interpretar la taranta de Vallejo y media granadina de Chacón y morentiana. 
Hubo un cambio de rumbo en la sonoridad del recital cuando entró la familia Chekara para traer el sello distintivo que tanto ha aportado al flamenco: lo árabe. 

Tras un sólo musical de la orquesta, Estrella canta por zambra y tangos, seguido de las letras de Al-Mutamid en la voz de Kiki Morente. Con el acompañamiento de la orquesta, Estrella anunció fandangos de Tetuán, que a la sazón serían jaberas y fandangos de Lucena. 
Rememorando a su padre 'Encima de las corrientes' por bulerías, hubo espacio para la seguiriya y la soleá con la que remató 'Tesela'. que dejó claro que el diálogo de las armas musicales de ambas culturas fueron capaces de sembrar una paz sosegada en forma de recital de cante flamenco de uno de los ya iconos del flamenco del Granada 'La Estrella' Morente.







martes, 23 de junio de 2020

GENEALOGÍA DE FRASQUITO YERBABUENA (I)

Cierto es que no nos ha sido fácil encontrar el frondoso árbol genealógico del cantaor Frasquito Yerbabuena. Un intensa búsqueda en parroquias, archivos diocesanos, ayuntamiento, etc nos ha llevado varios meses de incesante búsqueda que ha dado como resultado organizar y completar los datos de la familia de Frasquito Yerbabuena. Más de cien miembros entre directos e indirectos nos han llevado a dar con su familia. 
Además, tras las conexiones de la familia indirecta del personaje hemos podido descubrir y organizar la genealogía de la rama de los Gálvez Aragón, partiendo de Rafael Gálvez, uno de los cantaores más conocidos de la ciudad en el último tercio del siglo XIX. 
Por otro lado, también hemos podido concretar los lazos que se cruzan con los Aragón, los conocidos payasos de la tele, cuyos orígenes se remontan al barrio granadino de la Pescadería. 
Finalmente, hemos constatado la naturaleza que une a los descendientes de Leovigildo Hoces con Frasquito Yerbabuena. 


Hoy les traemos algunos datos genealógicos de Frasquito Yerbabuena. O al menos los antecedentes más lejanos que se han podido localizar. En futuras entregas terminaremos de publicar la genealogía completa.  Como ya sabíamos, proviene de familia relacionada no sólo con el barrio de La Pescadería de Granada sino que en la práctica totalidad de la misma, fueron pescaderos y tenían puestos en la citada plaza. 
Para situarnos en los antecedentes primigenios del artista y cantaor tenemos que remontarnos a sus tatarabuelos para encontrarlos ya viviendo del negocio del pescado. Oriundos de Málaga y Montefrío, se instalaron en la capital hacia 1790 y comenzaron a vivir del pescado. 
Su tatarabuelo se llamó Ildefonso Gálvez y se casó con Ángeles Fernández. Este es el entronque paterno del cantaor, pues sus tatarabuelos maternos fueron Manuel López (nacido en Chauchina) y Manuela Palomino (nacida en Cúllar Vega). Curiosamente la única peña flamenca que lleva su nombre está en esa localidad. 

Ildefonso y Ángeles tuvieron a su primogénito Alfonso Gálvez, al que también llamaban Francisco,  posiblemente por llamarse Francisco Alfonso aunque en los documentos consultados no aparece con el doble nombre. Se casó con Petronila de las Heras, a la que también hemos encontrado con el nombre de Antonila; posiblemente el escribano del consistorio confundiera los nombres, algo muy habitual en aquellos años. 
Por vía materna sus bisabuelos fueron Francisco Gómez y Encarnación Comba ambos residentes en
Cúllar Vega. Por esta rama materna, encontramos descendientes hasta la actualidad que residen en esta localidad pero que, paradójicamente no sabían que eran descendientes del artista.

No en vano, debemos apuntar que los tatarabuelos mencionados proceden de la línea paterna y materna. Sin embargo, no debemos olvidar al resto de tatarabuelos, que se casan con ambos entronques. 
Por la otra línea paterna encontramos a Francisco de las Heras y María Armijo. Los descendientes de esta línea fueron numerosos al tener Frasquito hasta 5 tíos-abuelos paternos, en cuyos cruces encontramos el apellido Capelli, de origen italiano, pero apellido conocido en la ciudad actualmente donde aun encontramos descendientes indirectos del artista. 
Más delante iremos desgranando la genealogía completa del cantaor hasta la actualidad y dar los nombres de sus tataranietos, al menos de los que hemos localizado. 



Partida de matrimonio de Francisco de Paula Gálvez de las Heras, abuelo paterno de Frasquito Yerbabuena. Se pueden apreciar el nombre de los bisabuelos y tatarabuelos del cantaor y el origen de la localidad de Montefrío del tatarabuelo paterno y de Nerja del tatarabuelo materno. 
Próximamente iremos completando la genealogía de Frasquito Yerbabuena. 




sábado, 18 de abril de 2020

Chorrojumo y sus imitadores

De sobra es conocido que hubo en Granada un gitano histórico que se hacía llamar Chorrojumo, por su color de piel. Un breve acercamiento sobre dicho personaje lo tenéis en este mismo blog en una de las entradas a la que le dedicamos un artículo: (Pincha el nombre "Chorrojumo").

También sabíamos que hubo numerosos imitadores de este fenómeno que quisieron aprovechar lo pintoresco del personaje y autoconvertirse en el Chorrojumo de la época sin cargos de herencia natural. 
Uno de los más pintorescos fue Enrique García Roldán. Murió el original en 1906 y dejó un vacío importante en los aledaños de la Alhambra y del camino del Sacromonte. Había que no perder la ocasión para que siguiera viva su memoria. ¿Cómo? creando nuevos 'Chorrojumos'. El tal Enrique, fue guardia civil de profesión, que sin ser gitano ni oscuro de piel quiso convertirse en el heredero. Aún siendo granadino, su destino profesional lo ejerció en Úbeda, manteniendo el orden y la ley de aquellos años. A su jubilación hizo lo imposible por convertirse en Chorrojumo. Llegó a escribir una carta al alcalde solicitándole que se le otorgara tal honor pero fue en vano. Argumentó que había que mantener el atractivo turístico que suponía tener en la ciudad un singular 'artista' pero no consiguió su objetivo. Al menos de manera oficial/oficiosa.


En la imagen podemos ver como uno de los impostores se hacía fotos con los visitantes a la Alhambra.

Nunca he investigado cuántos Chorrojumo llegaron a existir. Será difícil averiguarlo. Mientras tanto, sí van apareciendo algunos. Si la vida de Enrique como imitador del gitano fue corta, corta debió de ser la de un nuevo Chorrojumo que hemos localizado.
Asumiendo el rol del original, se puso las ropas propias y se lanzó a la ciudad a darse importancia. Además de dejarse hacer fotos a cambio de unas monedas, también asumió el rol de bandolero moderno o atracador de ciudadanos.
Así se recoge en la crónica que recogemos en la imagen. Antonio Fernández Román (a) 'Chorro e jumo' que así se llamaba, y no era especialmente mayor (38 años) se adjudicó el nombre, el disfraz y el misticismo que adquirió el primigenio Chorrojumo. ¿Y por qué hizo esto? Pues básicamente porque Antonio es uno de los hijos tardíos de Mariano. Fue guitarrista y aunque no sobresalió por copiar a su padre, sí lo hizo por los numerosos antecedentes delictivos que tuvo a lo largo de su vida. Quien realmente heredó la figura del padre fue su otro hijo, Rafael, que entre 1906 y 1916 posó para turistas hasta que, viendo que el negocio no era rentable, llegó a escribir un acta o real cédula entre sus amigos dejando el puesto y vendiendo sus barbas por diez calas.


Si esto pasó el 31 de mayo de 1924, años más tarde seguía con sus andanzas y dando problemas a la justicia. En 1928 volvió a tener problemas. Aunque dadas la cantidad de fechorías que encontramos, sospechamos que se dedicaba al robo más que a la guitarra.







El 8 de julio de 1929 este guitarrista con afán de pasar a la historia y no por sus falsetas atacó a un guardia urbano.


jueves, 9 de abril de 2020

TELESFORO DEL CAMPO

Buscando a artistas flamencos que trabajaron en Cuba, me topo con frecuencia con algunos blogs como el de Kiko Mora que recomiendo a los buenos aficionados. La cuestión es que al leerlo veo que aporta multitud de datos de un cantaor poco conocido en su país. Telesforo del Campo. 
La cuestión es que sin pretenderlo, me topo con una de las pocos imágenes que se tenían de él, y en este caso, además pasa por ser inédita para la afición flamenca, o al menos no la he localizado en ningún libro ni en el universo de internet.



Kiko Mora aporta algunos datos sobre su trayectoria artística más que interesante. Incluso nos acerca a sus datos personales por mediación de una profesora amiga.
Hoy desvelamos algún detalle más. Si el amigo Kiko nos daba como fecha de nacimiento 1879 en San Sebastiaán de los Reyes (Madrid), hoy podemos afirmar que nació el 5 de enero del año que cita Kiko (1879). Tras viajar por medio mundo, vivir en EEUU, en La Habana, en Perú, Francia, Orán y más países en los que trabajó y pasó temporadas, finalmente acabó sus días en su país natal. 


Falleció el 13 de mayo de 1940 en el hospital militar de Cádiz (San Juan de Dios)  donde parece que residió los últimos años de vida. El motivo de su muerte fue un síncope cardiaco según confirmaba el médico que certificó su muerte. 
Una vida plena de viajes, espectáculos, que incluso le hizo pasar por el campo de concentración de Rota. 




viernes, 28 de febrero de 2020

¿Por qué Frasquito Yerbabuena?

Granada y su tradición jonda es parte intrínseca e indisoluble universo del flamenco. Han sido muchos los artistas que han consolidado la imagen de una ciudad que ha sido flamenca desde que existe esta música y por tanto, se ha consolidado como uno de los ejes más importantes del mismo, sin desmerecer otras geografías flamencas de importancia capital. Sin embargo, de alguna manera, una parte de Andalucía ha intentado que no se visibilice la originalidad y la enjundia de la otra. Por envidia o por caridad, pero ha sucedido y sigue sucediendo. 

En cualquier caso, Granada nunca se ha comparado con nadie ni ha necesitado erigirse como capitana de un barco en el que todos sus tripulantes han sido capitanes por méritos propios del flamenco, sin la necesidad de venderse ni de vender sus propias mentiras como han hecho otros núcleos flamencos.

Resulta paradójico que a lo largo del siglo XX uno de los personajes más representativos del cante en Granada no llegase a ser profesional nunca. Sin embargo, su nombre es conocido por propios y extraños como un ilustre. No ya por su personalidad y fama en lo social y cultural de su ciudad, sino como cantaor no profesional. No es aventurado afirmar que en el siglo XX ha habido dos grandes personajes en el ámbito jondo de la ciudad nazarí: Frasquito Yerbabuena (en la primera mitad del siglo XX) y Enrique Morente (en la segunda). 

Hoy les quiero acercar un poco más a este granadino, industrial y comerciante del pescado, aficionado, artista cabal de reuniones, comercial de vinos La Riva, alcalde de La Romanilla y conocedor de los cantes autóctonos. 

Francisco de Paula de la Santísima Trinidad Gálvez Gómez, 'Frasquito Yerbabuena' nació a las 11 de la mañana del día 3 de marzo de 1884. Hasta ahora todos los libros, textos y alusiones a su nacimiento lo situaban en 1883 siguiendo las afirmaciones de Eduardo Molina Fajardo. Pues bien, nació un año después; concretamente en la calle San Diego nº11, del barrio de Las Angustias. 

Hoy me quiero centrar en dar a conocer el porqué de su remoquete artístico. 
Una era la teoría hasta ahora mantenida sobre el origen del apelativo 'Yerbabuena'. Pero al parecer hay más de una que hoy quiero mostrarles. 
Aquí se las dejo.

Frasquito se aficionó siendo muy niño. Su padre Eduardo solía alternar en las fiestas flamencas de la ciudad, acudiendo a las tabernas en las que se reunían los cantaores y aficionados para beber vino y cantar. Era algo común el reunir a varios aficionados en casa de Eduardo y pasar las noches escuchando los cantes de Granada. Una de esa noches, siendo aún Frasquito un niño, Eduardo invitó a un cantaor a su casa y aquí nace la anécdota del porqué de su apelativo 'Yerbabuena': 
La primera de las versiones es quizás la más extendida y viene a decir que de niño aprendió un fandango de Lucena con esta letra: 
En la corriente de agua,
la yerbabuena se cría, 
si me has de olvidar mañana,
¿a qué vienes en busca mía?

Tras haberla aprendido, en una ocasión y con motivo de una fiesta en su casa, le dijeron al niño que cantase y lo hizo con esta letra. Todos los presentes quedaron atónitos al escuchar aquel niño con una voz tan prodigiosa y con unas maneras de ejecutar el cante tan maduras. 
El periodista y cronista granadino Cirre  narra como fue aquella situación:

La granaina nació de una familia que le dio forma poética y voz a mediados del siglo XIX. Fue en principio don Eduardo Gálvez Fernández el que comenzó a rebuscar algo que poco a poco adquirió luminosidad y verbo rico de cante. Era la 'granaina' que cantó también su hermana Francisca y que llegaba como aluvión de vigorosa potencia, de las montañas de Granada, como la que África, aquella genial cantaora de La Peza, glorificó en un sevillano café: 

Soy de La Peza, pezeña
de los montes, montesina
y para servir a ustedes
soy de Graná, granaina

Fue viento de cantar de una familia granadina de la Pescadería, pero el éxito, con ser amplio el cosechado en tiempos de don Eduardo Gálvez Fernández, no lo fue en su cenit, hasta que su hijo Francisco se reveló en una fiesta familiar. Don Eduardo había traído un cantaor para que lo escuchara cantar un fandanguillo de Málaga. La letra que cantó el invitado fue: 
A la corriente del agua
La yerbabuena se cría
Si me has de orvidar mañana
a qué vienes en busca mía
a la corriente del agua

Pero Francisco repitió la letra y dejó 'chico' al invitado, que se fue un poco herido al comprobar aquel torrente de voz maravillosa. El suceso se hizo popular entre los amigos de la familia y desde entonces a Francisco se le denominó 'Yerbabuena' en gracia a que su cante era como los prados, esmeraldas que cortan los ríos engastándolos en las perlas de su corriente. Se había consagrado; pero sin ambiciones, de una forma íntima y familiar, porque para desdicha de la granaina glorificada y popularizada en el mundo entero, por él, renunciaba a sincronizar lo que hoy constituye una escuela de cante que pasa sin tener continuadores. 




Sin embargo, hay otra versión que nos parece bastante sólida e incluso pudiera casar (siendo realmente el precedente de la citada) con la anterior en la que el protagonista del remoquete estuviese presente. Se le atribuye a Mariano Morcillo 'el mago de los muñecos' a quien Frasquito, de pequeño iba a oír cantar. Don Mariano cantó la letra por fandangos de Lucena expuesta y a partir de ahí la cantaba el niño (y posiblemente sucedería a posteriori la anécdota anterior). Mariano tenía una voz suelta en todos los estilos; los dominaba a la perfección. Tocaba la guitarra a nivel de un profesional y su especialidad fueron las malagueñas teniendo un extensísimo conocimiento de todos los estilos que se practicaban en aquellos años. 

Una tercera versión asegura que la primera vez que la cantó fue en 1903, en el café del León y fue en forma de malagueña. Este café estaba en el callejón sin salida de la calle Sierpe Baja. Colindaba con los baños del mismo nombre, en lo que antes se llamó Mesón de la Sierpe. El complejo en sí, además de como restaurante, también funcionaba como recinto con baños de agua fría y caliente con una gran alberca. Más tarde, en 1898 abrió en su interior una academia de billar atendido por señoritas. Durante varias temporadas la familia Cuéllar llevó la gestión del mismo pasándose a llamar Café de Cuéllar. Décadas después se llamó restaurante Los Pinetes y se reunían los flamencos a beber vino. Pepe Albaicín fue uno de los asiduos. 





ANGUSTIAS CONTRERAS REMACHO EN GRANADA

  El Defensor de Granada, 5 de octubre de 1927. Patria, 19 de abril de 1938. Patria, 8 de octubre de 1938. Patria, 8 de octubre de 1938. Pat...