Grata sorpresa la de
escribir esta reseña sobre el último recital de Paco Cepero en
Granada en el teatro Alhambra, como arranque del ciclo 'Flamenco
viene del Sur' y enterarnos que le han otorgado la Medalla de
Andalucía 2017 por su trayectoria. Nada menos que 60 años en
primera línea del flamenco. De aquellos comienzos en su ciudad
natal, con apenas catorce años, su marcha a Madrid, donde comienza
una carrera fulgurante, no sólo como acompañante, sino como
compositor, y su posterior posicionamiento como uno de los grandes
referentes del toque del siglo XX y ya parte del XXI. Y es que el
flamenco está de enhorabuena.
Se iniciaba en la noche
del lunes, como decía, el ciclo con un recital de guitarra del
maestro jerezano que se acompañó de la guitarra del joven Paco
León, uno de sus discípulos, y de la violinista suiza afincada en
Jerez Sofhia Quarengui. Destacar el hecho de que el cartel anunciara
actuación de Paco Cepero y Juan Villar. El orden del factor aquí
parece importante, pues es el tocaor quien está en primer lugar.
Durante décadas, han quedado relegados a un segundo y tercer plano,
hasta que llegara la discografía de Camarón con los primeros
vestigios del nombre de un guitarrista en la portada de los discos de
vinilo ('y la colaboración especial de Paco de Lucía'). En
cualquier caso, y tras la actuación, se entendió está máxima. El
peso de la noche fue para el jerezano que dio un recital antológico
de las composiciones que lo han elevado a categoría de maestro.
Porque a Juan Villar apenas lo pudimos disfrutar veinte minutos.
A Cepero no lo vamos a
descubrir ahora. En los últimos años, las múltiples veces que lo
he podido ver en escenario ha demostrado que no ha perdido un ápice
de su hegemonía tocaora con las seis cuerdas. Sus melodías
pegadizas, sus picados y sus rasgueados son a la postre una seña de
identidad inequívoca de un sello musical. Así, el repertorio que
nos trajo al teatro fue un recorrido por sus creaciones más
significativas. Hasta nueve de sus obras más singulares pudimos
saborear: Fandangos de Huelva 'Noche andalusí', la rumba 'Cartuja',
los tanguillos 'Mi Andalucía', los tangos 'Taberna del Puerto', las
bulerías 'Plazuela' (introduciendo falsetas de las bulerías 'Sueños
de Jerez'), la canción dedicada a todas las mujeres 'Capricho', la
rumba 'Varadero', la taranta con remate por bulerías 'Castillete
minero' y el cierre con 'Agua Marina' con guiños melódicos a alguna
de las coplas que le compusiera en la década de los '70 a
Chiquetete.
Con el regusto de las
manos de Cepero, Juan Villar parecía que nos iba a regalar una
velada de cante de las de antaño. Sin embargo, entre el catarro que
nos dijo que tenía y el paso del tiempo por sus cuerdas vocales, nos
quedamos con ganas de interiorizar la fuerza expresiva que siempre ha
tenido el cantaor gaditano. No se le puede pedir que esté como
cuando tenía treinta años, pero bien es verdad, que la falta de
fuelle le pasó factura. No en vano, escuchar a Juan Villar es un
privilegio cante como cante. Su repertorio fue corto en número de
cantes, pero largo en intencionalidad: Soleá, alegrías, tangos
(acercándose a Pansequito) y bulerías.
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