Una vez finalizados los
Encuentros Flamencos de Otoño de 2016 es momento de valorar,
reflexionar, meditar y dar soluciones a cuantos problemas pudieran
haber surgido a la postre de los mismos. Otrora, es imprescindible
valorar todo lo positivo que ha resultado en el resto de cuestiones.
En cualquier caso, lo
mejor es centrarse en la parte artística y rendir cuentas de los
eventos a los que he acudido y de los que puedo y debo dar opinión
de aficionado.
El pasado miércoles
volvió a los escenarios Fuensanta La Moneta. Tras un impass
en su carrera, se subió de nuevo al escenario del Isabel La Católica
junto al Pele. En esta ocasión, diferentes a cuantas otras hemos
visto de este tándem de artistas, los roles se cambiaron, esto es,
el peso específico de la noche recayó en el cante del cordobés.
Nadie va a descubrir ni ahora ni desde hace décadas la personalidad
del Pele. Con su trayectoria, poco o nada se puede criticar, salvo de
manera constructiva, porque pocos artistas hay tan interesantes en el
panorama flamenco por su forma de decir el cante como él. En esta
ocasión, para el regreso de La Moneta, el Pele puso en la seguiriya
y en la zambra todo de sí para redescubrir con admiración, la
profundidad que es capaz de aportar La Moneta con un gesto y/o
movimiento a esta tragedia sonora. Porque esa tragedia sonora se
convirtió en tragedia visual. Fue de esos momentos en los que si
desaparece la música y voz cualquiera asume que lo que está
haciendo ella es sentir la seguiriya en su cuerpo.
El resto, fue para el
cante, desde la toná hasta la soleá, alegrias con guiños a
Morente, seguiriyas, granaina y fandango de Huelva por bulerías y un
final por bulerías. Niño Seve en solitario se explayó por levante.
Y al compás, las palmas de Miguel 'Cheyenne' y José Cortés 'El
Indio'. De estos dos hablaremos al final de este texto. Fue quizás
un espectáculo breve, demasiado para aquellos que poseen buen
paladar y quieren degustar las exquisiteces del flamenco. De lo que
no me cabe duda es de que, tras verlo, uno se da cuenta de lo fácil
que se pueden hacer las cosas cuando se pone conocimiento y pasión.
El jueves hubo triplete
de artistas. Las nuevas generaciones vienen pisando fuerte y lo
demuestran cada día. Y si se les da la oportunidad de estrenarse en
estas tablas, bien vale un aplauso para quien ha decidido que así
sea.
Comenzó la noche una
joven promesa granadina que en poco tiempo está consiguiendo que se
hable de ella en los mentideros flamencos. Con una voz brillante,
limpia y potente, principió su repertorio con cantes de trilla
rematados con la cabal más cabal de todas las cabales, que diría
Gamboa, la del Serna. Apostó por la farruca, dulce y expresiva en el
contenido musical, seguidas de cantiñas y bulerías con guiños a
Chano Lobato. Finalizó con una ronda de fandangos personales alejada
de micros. Su entrega obtuvo como resultado una ovación del
respetable. Luís Mariano la acompañó magistralmente. No sorprende
este guitarrísta en cuanto que en sí mismo es una sorpresa cada vez
que hace sonar la guitarra. Pocos hay tan efectivos en su forma de
hacer las cosas. Y de nuevo, Cheyenne y José Cortés al compás. La
pareja del ciclo.
Tomó el relevo una
cantaora diferente. Es granaina aunque reside en Madrid desde hace
años. Con la guitarra del jerezano Javier Patino calentó voz por
caracoles, muy preciosistas y ejecutados con milimétrico ajuste
chaconiano. En su repertorio, malagueñas, guajiras, granaina y media
granaina, zambra y panaderas. Ella es Gema Caballero. La notamos con
la voz rozada en los altos, aunque puede presumir de haber demostrado
un extenso conocimiento que queda patente en sus cantes. Las palmas
las regalaron Cheyenne y José 'El Indio. ¿Otra vez?
La tercera esquina del
triángulo artístico de la noche fue la bailaora Cristina Aguilera.
De nuevo, la guitarra de Luís Mariano y el cante de Sergio El
Colorao y Antonio Campos. Las palmas fueron las de Cheyenne y El
Indio. ¿¿Otra vez?? - ¡Seguro?
Campos se acordó de
Morente por fandangos de cuño personal que dieron la vez al Colorao
en los modos de Juan Breva hasta que apareció Aguilera con
castañuelas danzando al son del fandango del Albaicín ejecutado en
su forma primitiva. Cantes de trilla para Campos y El Colorao y
regreso de la protagonista por seguiriyas. Ya le hemos visto esta
coreografía en otras ocasiones. Está bien trabajada, muy medida y
perfectamente ejecutada. En cuanto le meta esa parte que no se
estudia y provoca la transmisión estará completada para exportarla
y recoger los frutos.
La noche del viernes,
otro triplete de grandes figuras. Juan Ángel Tirado, Pedro el
Granaino y Nene de Santa Fe.
Leyendo estos tres
nombres, en cualquier escenario de España estaría todo el billetaje
vendido. Pero en Granada, tierra flamenca, la afición se confundió
de flamencos y tuvo que irse al Coto de Doñana, porque pocos se
enteraron de que estaban en Granada.
Tres figuras, diferentes
entre ellas, personales, a la par que autoridades del cante desde
diferentes prismas.
Paradójicamente, vimos
al que abrió la noche, Juan Ángel, entregado al máximo pero desde
el principio, no acabó de encontrarse ni de conectar con el público.
No sabría decir que falló, pero quitando a sus incondicionales,
apenas un olé en las butacas en toda la noche. Hubo dos cantaores:
uno, reposado, midiendo el cante, templándose, y otro, salvaje,
anárquico, buscando que el duende saliera para darle un Olé de
órdago. Pero se ve que tuvo que irse también al Coto. Alegrías,
cantes de levante, soleá por bulerías en la velocidad pero no en
los estilos, tientos y bulerías. Y fue en los tientos donde sí
encontramos al Juan Ángel que nos gusta, manteniéndose en los
medios para romper los moldes en los remates. A las palmas, Cheyenne
y El Indio. ¡No me lo creo ya!. ¿De verdad?
Pedro el Granaino tiene
un sello muy personal en su voz. Con aire camaronero, este cantaor ha
sabido personalizarse y alejarse del arquetipo musical del de San
Fernando para pasar por su filtro todo aquello que toca. Con la
guitarra de Diego Amaya su repertorio se basó en soleá, tientos
(Recuerdo a Morente), tarantas, bulerías (se acordó de Camarón) y
fandangos de Chocolate y Caracol. A las palmas Cheyenne y El Indio.
¡¡¡¡Venga yaaaa!!!!! Será broma.
La guinda de la noche,
fue a parar a Santa Fe, que aunque no está en la ruta del Coto hay
quien se puede confundir.
Nene de Santa Fe estuvo
plétorico. Y no sólo por tener ganas de cantar, que no había quien
lo bajara del escenario, sino porque su actuación fue de esas que
quedarán para la historia jonda por su categoría y sus formas
primitivas de hacer lo que sabe. Cantar por derecho. Se arrancó por
romances, y continuó con tientos-tangos, caña, malagueña,
seguiriyas, cuplé por bulerias y remató por toná. Esas tonás,
pactadas de antemano a hacer entre los tres artistas se quedaron en
un sólo, y se fueron a Santa Fe. Y es que El Nene es un cantaor
rancio, con sabiduría en su paladar y con profundidad en la forma de
transmitir. A día de hoy, el eslabón cantaor entre viejas y nuevas
generaciones del cante. Muchos jóvenes deberían acudir a estos
modos de interpretar y dejarse de redes sociales, youtubes varios y
mp3, 4 y 5. Donde de verdad se aprende es con estas voces.
Ah, se me olvidaba.
¿Adivinan quién hizo el compás en estas tres actuaciones? Seguro
que no.
Pocas veces se valora el
trabajo de los palmeros en un espectáculo al creer que son
secundarios. ¡Error! Además de ser importantes, en muchos casos,
son imprescindibles. Y desde esta tribuna quiero agradecer y valorar
enérgicamente las intervenciones de Miguel 'El Cheyenne' y de José
Cortés 'El Indio' porque no se puede ser más profesional que estos
dos, que han estado a la altura de cuantas intervenciones han llevado
a cabo en estos encuentros flamencos. Desde aquí mi aplauso más
fuerte a ambos.
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