Tras un par de años de capa caída, los Encuentros Flamencos de Granada parece que remontan con un cartel de lujo y al menos en la primera velada, con una asistencia de público notoria. Ya publicamos reseñas del año pasado en las que criticábamos duramente a la afición granadina por no asistir a eventos flamencos de calidad y máxime cuando esta misma afición criticaba que no había espectáculos ni festivales de calidad en Granada. Pues aquí los tienen señores.
A pesar de que carteles de años anteriores tenían la calidad suficiente para llenar el teatro Isabel la Católica, recordemos sólo por citar una noche, como la artista jerezana Tomasa Guerrero 'La Macanita' apenas vendió 50-60 entradas.
Bien es verdad que la crisis ha dinamitado el sector de la cultura y el flamenco más aún, pero de ahí a no acudir a prácticamente ningún evento flamenco va un tramo. Una autopista.
En cualquier caso, el inicio del festival arrancó sobresalientemente bien en cuanto a calidad artística y respuesta del público.
La Farruca, matriarca del clan Montoya y por defecto la de sus hijos los Fernández Montoya (veáse, Farruquito, Farru y Manuel 'El Carpeta') abrió el telón del coliseo granadino. 'Herencia' no fue sino un mínimo esbozo de las vivencias diarias de esta saga flamenca, de la herencia del abuelo Farruco.
Y ahí estuvieron completando cartel el menor de los hermanos (El Carpeta) y el sobrino de ésta, ('El Barullo').
No cabe duda que los roles femeninos y masculinos en el baile de esta familia distan entre si un abismo. La Farruca, poseedora de un estilo personal, ciertamente alejado de los cánones estilísticos de sus hijos, brilló con luz propia tanto en los jaleos/bulerías iniciales como es la escueta soleá fugaz derivada a bulerías. Breve pincelada de los tres protagonistas y paso para un magnánimo Juan Requena en solitario.
El menor de los Farrucos, encaró alegrias demostrando que su fondo físico es prominente. Su juventud le hace dejarse llevar e impresionar con su velocidad, sus quiebros, sus remates y desmanes, en algunos casos, sin aparente ton ni son, lo que hace confundirnos y entrar en la creencia que lo que está haciendo una y otra vez son 'pataitas' por bulerías. Apenas silencio, todo fue un alegato estridente y sonoro (en sus pies) en un alarde de impresionismo histriónico.
Barullo, con el mismo guión no fue más comedido que el primero, aunque supo canalizar la rabia y la fuerza contenida dejando destellos de solemnidad.
Tras los tangos en las voces de Manuel de Tañé, Quini de Jerez y Mara Rey, la soleá de la Farruca fue lo mejor de la noche. Arrolladora y visceral en los momentos de quietud y desgarradora y sobrecogedora en la bulería. Tras un fin de fiesta por bulerías, el buen sabor de boca dejado en el escenario contrarrestó el poco tiempo en el mismo de los protagonistas.
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